¡Hay una mosca en mi sopa! ….y otros insectos más…
La mosca en la sopa es una referencia que nos parece graciosa y que para muchos ha sido una experiencia real. Sin embargo, podemos no darnos cuenta que hay mucho más en nuestro plato de lo que salta a la vista, y no nos referimos a ingredientes secretos, sino más bien a los fragmentos de insectos mezclados con estos.
¿Cómo llegan esos fragmentos de insectos a la comida?
En buena parte se debe a la técnicas de recolección o cosecha en la industria de los cultivos, por ejemplo: Los tomates, lechuga, trigo y brócoli pueden estar llenos de insectos como pulgones y sus partes. Cuando se recoge el arroz puede arrastrase con el orugas, grillos, hormigas y otras muchas variedades de insectos.
Esto también sucede en otras industrias alimenticias y no sólo en la agricultura, tal es el caso de los mariscos y el pescado que pueden traer adheridos ácaros alergénicos. Incluso los condimentos utilizados para sazonar alimentos pueden contener larvas, cochinillas y restos de excretas de roedores.
Las plagas llegan a los alimentos humanos porque estos consumen estos productos para su propio uso y soporte vital. Todas las partes comestibles de los cultivos del campo o huertos se verán afectadas por una variedad de plagas, y por supuesto también aquellos lugares donde se consumen, preparan, almacenan o distribuyen los alimentos.
La presencia de estas plagas y partes de sus cuerpos o sus excrementos en los alimentos no sólo es repugnante, también puede ser un riesgo para la salud. No obstante hay países y entidades como la OMS, las cuales han tenido a bien regular mediante estándares la cantidad de partes de insectos que pueden contener los alimentos para el consumo humano, debido a que se hace difícil monitorear su presencia al momento del procesamiento y recolección masivos.
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